“Fauna urbana: del neolítico al siglo XXI… ¿y más allá?”


Imágenes: dominio público / ParallelVision vía Pixabay

 

“Fauna urbana: del neolítico al siglo XXI… ¿y más allá?”

Por Armando Núñez Pagoada

 (2021)

 

Nadie ignora que los animales son de vital importancia para los grupos humanos, desde lo más antiguo que conocemos de la humanidad en la prehistoria, hasta nuestros días, los animales han influido en nuestro desarrollo. Pero en este trabajo nos enfocaremos en el grupo de animales más influyente en nosotros: la fauna urbana; aquel grupo de animales que se diferencia de la fauna silvestre porque sencillamente habitan en las ciudades. Para examinar la historia de este grupo animal que habita las urbes, primero debemos considerar aproximadamente cuando surgieron las primeras ciudades como tales; en la prehistoria antes del neolítico, según paleoantropólogos, las sociedades humanas todavía no se habían unificado de tal manera que pudieran asentarse en comunidades estacionarias y organizadas; supuestamente pudieron lograr la organización social compleja luego de pasar de ser cazadores y recolectores (la mayoría nómadas), a sedentarios (ganaderos y agricultores). Según historiadores, el neolítico comenzó aproximadamente entre el 6,000 a.C. y el 4,000 a.C, y se extendió hasta el 3,000 a.C; ese período fue muy importante para la humanidad, porque los grupos de personas comenzaron la agricultura y la ganadería, esta domesticación de animales y plantas les permitió ser sedentarios, o establecerse en un solo sitio y dejar el nomadismo, pues ya tenían una fuente fija de alimento de las plantas y animales que domesticaban. 

Fotograma del documental "La odisea de la especie: El amanecer del hombre" de Jacques Malaterre (familia del neolítico)

 

La domesticación de especies fue lo que llevó al ser humano a ser sedentario y a organizarse ya no en tribus familiares sino en aldeas conformadas por varias familias, eso es lo que caracterizó a los seres humanos del neolítico; desde ese momento la humanidad ha sido prácticamente la misma hasta nuestro siglo XXI, con las diferencias tecnológicas de cada período histórico. El neolítico (la última etapa de la edad de piedra) fue el preámbulo para la conformación de las ciudades. Luego de la edad de piedra, comenzó la edad de los metales, cuando ya los seres humanos vivían en asentamientos fijos domesticando animales y plantas (ganadería y agricultura), se comenzaron a extraer metales de la tierra; según los expertos, el cobre y el estaño fueron de los primeros metales en ser extraídos, y no solo eso, al alearse (combinarse) estos dos elementos, se conformaba el bronce, y desde ese momento (la edad de bronce entre 3,300 a.C. al 1,200 a.C.) es que -según expertos- comenzaron a surgir aquellas unidades sociales que nos son tan familiares en nuestros días: las ciudades. El neolítico fue la última etapa de la prehistoria, finalizando la edad de piedra comenzó la edad de los metales, cuyo primer período fue la edad del bronce, fue en ese instante -según historiadores- que culminó lo que conocemos como prehistoria e inició la historia; cuando las sociedades sedentarias comenzaron a registrar sus acontecimientos y actividades no solo con tallados y obras de arte, sino que empezaron a utilizar un nuevo medio que no se tenía en la prehistoria: la escritura.

La escritura cuneiforme es de las más antiguas de la humanidad. Foto: mzmatuszewski0 vía Pixabay

 

Los grupos sedentarios comenzaron a crecer en población y en avances tecnológicos, lo que permitió el desarrollo de las primeras grandes urbes. Las más antiguas registradas hasta ahora son las de Asia Occidental, como Çatalhöyük (7500 a.C.), en lo que hoy es Turquía y Uruk (5000 a.C.), en lo que conocemos como Irak y que antiguamente se llamó Mesopotamia. Varias especies de animales y plantas fueron domesticados con mayor sofisticación, lo que permitió un sustento permanente y una vida acomodada; el uso de los metales trajo consigo una modernización de las armas de guerra y esto permitió que ejércitos de algunas ciudades pudiesen saquear otras urbes y tomar las riquezas de sus enemigos. Pero aparte de la domesticación, parte de la fauna que una vez fue silvestre, fue atraída a las ciudades donde era más fácil -en algunos casos- encontrar agua y comida, ya que los grupos humanos acumulaban estos recursos por montones. Así que varias especies animales comenzaron a habitar las ciudades y no necesariamente fueron domesticadas ni confinadas, sino que comenzaron a vivir entre las personas libremente en los jardines urbanos y hasta en los patios de las casas.

Sitio arqueológico de Uruk. Foto: SAC Andy Holmes (RAF)

 

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la domesticación de animales comenzaría aproximadamente hace unos 12,000 años y sostienen que las cabras y ovejas fueron posiblemente de las primeras especies en ser domesticadas; aunque, por otro lado, muchos expertos estiman que los perros se domesticaron hace entre 19,000 a 32,000 años, cuando aún no existían las ciudades como tales.  Pronto se domesticaron también especies de bovinos y equinos. Con el paso de los años las civilizaciones humanas fueron tomando el control sobre camellos, gallinas, patos, cerdos, vicuñas, alpacas, llamas, entre otros; las especies domesticadas comenzaron a brindar sustento asegurado a las poblaciones, no solo por aquellos animales que se podían consumir directamente u obtener productos alimenticios a partir de ellos, sino porque también se utilizaban algunas bestias para transporte, comercio, construcción, trabajos agrícolas, incluso hasta en los combates entre civilizaciones. Se comenzó a delimitar la propiedad pública y la propiedad privada, así comenzaron a diferenciarse las clases sociales. Viviendo paralelo a las especies de animales domesticadas, se encontraban otras muy cómodas en las urbes, pero estas habitaban libremente los grandes jardines de las ciudadelas, los parques arborizados e incluso en los jardines privados de las casas de habitación.

Domesticación de bovinos en el antiguo Egipto. Foto: LorettaLynn vía Pixabay

 

Aves, perros, gatos, conejos, ardillas, entre otros muchos animales, habitaban cómodamente en las ciudades, ya que la presencia humana les garantizaba alimento, agua y aparte de esto, los grandes depredadores no se acercarían a las urbes densamente pobladas; por lo que estarían más seguros en las ciudades que estando en lo silvestre. Un caso muy peculiar que denota este cambio de pasar de nómadas a sedentarios, es el caso de los perros; que en tiempos de caza y recolección se domesticaban para que ayudasen en las labores de los cazadores; pero posteriormente con el surgimiento de ciudades, estos caninos pasaron a ser animales de compañía o de vigilancia de propiedades privadas. El caso de los perros es también interesante porque el ser humano ha cruzado diferentes razas durante siglos, haciendo que hoy en día existan razas que en el inicio de la domesticación no existían; el ser humano ha modificado su diversidad genética, al igual que el de muchas otras especies de la fauna urbana. Los hábitats de las especies de ciudad cada siglo van cambiando dependiendo de la zona geográfica y los avances tecnológicos de cada región; pero no todas las urbes cambian de la misma manera; mientras en unas existen rascacielos donde habitan muchas aves y poseen amplios espacios subterráneos que son paraísos para ratas y hasta cocodrilos; en otras urbes apenas hay avances urbanísticos  en donde lo más atractivo para los animales citadinos son las áreas verdes de los parques, los jardines de las casas o incluso dentro de las propias viviendas, como el caso de los animales de compañía.

Un ave se refugia en el interior de una vivienda. Foto: Omar Núñez


Hoy las ciudades son más heterogéneas entre sí en comparación a las ciudades del pasado, pero en general estas urbes no han cambiado mucho desde la revolución neolítica; a principios de nuestro siglo XXI existen ciudades exorbitantes con las más avanzadas tecnologías urbanísticas y las poblaciones más densas y diversas; y al mismo tiempo existen otras rezagadas con altos niveles de pobreza que no permiten su desarrollo tecnológico urbano, pero su crecimiento poblacional es acelerado, lo que genera ciudades con condiciones de vida no favorables para su población. Pero eso no es algo que les interese a los animales urbanos, que se adaptan casi tan bien como los humanos a las ciudades super desarrolladas como a las menos favorecidas. Más allá de los zoológicos, acuarios y granjas de crianza modernas -donde habitan animales confinados en espacios urbanos-, se encuentran los animales que se adaptan a vivir libremente en zonas urbanas como parques, alcantarillas, campos del golf, acuíferos, ríos y playas urbanizadas; y los que podrían ser la envidia de todas las especies: los que habitan dentro de las propias viviendas o patios de las mismas y nos les falta alimento, comodidades ni planes de salud; si es que se tiene la dicha de nacer o de ser adoptado por un grupo humano asentado y con vida solvente.

Beijing, capital de China. Foto: zhushenje vía Pixabay

 

Ardilla en una zona residencial. Foto: Grecia Núñez


Si bien es cierto que los animales urbanos se benefician de las actividades de ciudad para su supervivencia, muchos de ellos se ven afectados por las actividades humanas y se ven cada vez más retirados de las urbes, como sucedió en 2020 a inicios de la pandemia de COVID 19, donde muchas especies solo volvieron a los espacios urbanos una vez que la mayoría de grupos humanos se vieron confinados en sus hogares. Por otro lado, muchos animales están llegando de lo silvestre a las ciudades, tentados por la comida fácil, calor en tiempos de frío y otros beneficios citadinos; entonces se podría considerar que muchas especies urbanas se están alejando de las mismas ciudades a causa de las actividades humanas, el ruido industrial y la luz constante durante las noches (lo que afecta a los animales urbanos nocturnos); mientras que otras especies silvestres están llegando a las urbes atraídos por ciertas facilidades para su supervivencia (como osos buscando alimento en los patios de las casas, lagartos zambulléndose en las piscinas privadas o serpientes en busca de lugares acuosos como el interior de un retrete de una vivienda); esto se debe muchas veces a la urbanización atrevida en zonas silvestres o porque en ocasiones es más difícil para ciertos animales encontrar alimento y agua en estado salvaje. Las ciudades de principio de nuestro siglo XXI se han modificado de manera que las especies urbanas están cada día más cómodas entre nosotros; las viviendas se diseñan con espacios para animales de compañía, incluso con puertas especiales para que perros o gatos entren y salgan libremente; los botaderos de desechos se ven reforzados para evitar que osos y mapaches ingieran alimentos que les podrían resultar dañinos, los cuerpos de agua en las urbes se tratan de mantener libres de contaminantes para no afectar las especies acuáticas, los gobiernos municipales se esfuerzan por controlar la vagancia de algunos animales, incluso modifican zonas en los parques con dispensadores de comida y agua para algunos de ellos.

Cocodrilo nada en la piscina de una vivienda. Foto: Teniente David Carey / AP

 

Oso en una zona urbana. Foto: npapaioannou vía Pixabay


 Balcón de vivienda modificado con ventana para un gato. Foto: @Prostoilogin- pikabu.ru

 

Serpiente en el interior de un retrete. Foto: @firestationofiskandarputeri


Vivienda en segundo nivel con escalera para gatos. Foto: chef_bgd vía Instagram 

 

Nadie tiene certeza de cómo serán las ciudades en un futuro lejano, pero a juzgar por el patrón que ha prevalecido siempre, podríamos teorizar que las ciudades del futuro serán obviamente mucho más grandes que las actuales, más pobladas, unas más ricas y otras más pobres, estarán más desarrolladas en aquellos espacios físicos donde hoy es muy poco el desarrollo urbano (por ejemplo, se desarrollarían más en el subsuelo, bajo la superficie del agua, sobre predios artificiales en los océanos, en el espacio exterior orbitando el planeta y suponemos que es casi inevitable que algún día se habite otros planetas, planetoides y asteroides). En el futuro, en todos estos ambientes -y quizás en otros impensables hasta ahora-, el ser humano siempre tendrá la compañía de animales urbanos, y se puede suponer que la manipulación humana y la exposición a ciertos estímulos naturales, harían que en siglos y milenios futuros (suponiendo que la vida no haya mermado drásticamente) los seres humanos habitarían las ciudades (dentro o fuera del planeta Tierra), acompañados de nuevas especies de animales y quizás también vivan privados del hecho de coexistir con animales con los cuales nosotros cohabitamos hoy. 

Ciudadela volante. En un futuro, al igual que hoy, las áreas verdes serán garantía de la presencia de ciertas especias de animales / Imagen: przemek-duda vía DeviantArt


Es decir, así como nuestros antepasados conocieron especies que para nosotros ya no existen más, y nosotros conocemos nuevas especies que nuestros ancestros nunca vieron; quizás así sea en el futuro lejano, posiblemente nuestros descendientes conozcan variaciones de animales que nosotros no conocemos y que al mismo tiempo ellos anhelen ver con sus propios ojos algunas de aquellas especies que nosotros conocemos hoy; porque quizás en aquel futuro algunas de ellas puede que no existan más que solo en fotos, videos y libros de historia natural; posiblemente ya estén extintas. En la naturaleza todo es cambiante, nada es estático, todo es dinámico, pero parece ser que hay dos cosas que si son permanentes: la evolución de las especies y la extinción de las mismas. Pero nada asegura que los seres humanos existan en un futuro lejano, no hay certeza de cuando la especie humana enfrentaría la extinción, ¿habrá comenzado el proceso de nuestra extinción ya? O ¿quizás nos reproducimos con demasiada rapidez y diversidad de adaptación, lo que quizás podría hacer que estemos algo lejos de extinguirnos?; quien sabe, pero es seguro que seguimos evolucionando psicológica y físicamente -según los estudiosos de la evolución-, también debemos considerar que el ser humano y las otras especies urbanas, son los grupos de seres vivos complejos que mayor capacidad de adaptación presentan.

Quizás en el futuro, los animales de compañía disfruten de ciudades más adaptadas a ellos. Imagen: ParallelVision vía Pixabay

 

 Ciudad del futuro. Imagen: FlorentLlamas vía DeviantArt


Es inevitable pensar que en un futuro lejano habrá una tecnología que ni siquiera podemos imaginar hoy y que los lugares habitables serán mucho más diversos que los de nuestro tiempo, es muy posible que los seres vivos tendrán características un tanto distintas a las de hoy; pero no creo que hayan muchas diferencias en cuanto a los patrones que han  tenido los estilos de vida de los seres humanos a lo largo de la historia; supongo que simplemente lo que hoy es bueno, en el futuro será mejor y lo que hoy es malo, en el futuro será peor, quizás solo se acentúen las características de los estilos de vida sobre le Tierra; así como ha sucedido ininterrumpidamente desde el neolítico hasta nuestros días, y quizás el patrón siga su curso durante muchos más siglos; ese ha sido el patrón que parece nunca variar, pero tampoco podemos asegurar que no llegue a cambiar alguna vez. Quizás nosotros los humanos hemos de modificar nuestros entornos constantemente, considerando aquellas especies de animales urbanos; cada vez los incluimos más en nuestros planes y no queremos prescindir de su compañía y de sus beneficios, aunque nuestros amigos animales puedan valerse por sí mismos, incluso si nosotros llegamos a extinguirnos alguna vez, otras especies vivientes quizás sigan su curso natural y aunque llegase el día en que ya no existan ciudades, el entorno natural continuaría su ciclo de evoluciones y extinciones, ambas cosas parecerían ser la única constante en este universo tan cambiante y diverso. Después de todo los seres humanos somos solo una especie más que se adapta a compartir espacios con otras especies, somos parte de la simbiosis del reino Animalia.